2 de abril… Malvinas

A Daniel… un chico de la guerra

A mí los dieciocho me pasaron de largo,
estrenando opiniones, intenciones y cantos,
a esa edad, como todos, con el puño cerrado,
en las puertas abiertas el futuro esperando.

Al tuyo, bruscamente te lo desamarraron
y te hiciste a la niebla en el mar del espanto,
encallaron tus sueños Daniel, en la turba y el barro,
fue la muerte bandera y la vida un milagro.

Lo mío fue distinto, Daniel,
lo mío no fue nada,
yo no tengo esa sombra
que vaga en tu mirada.

Mi batalla fue el riesgo de un «machete» escondido
y mi «pozo de zorro», un amor y un olvido,
mi fusil, las pintadas en los muros vacíos
y morir por la Patria, un discurso florido.

Tu excusa de ser hombre fue algo más que el motivo
de la barba y el porte y el salir con amigos,
fue volverte habitante, Daniel, de la lluvia y el frío,
asumir el naufragio con los cinco sentidos.

Lo mío fue distinto, Daniel,
lo mío no fue nada,
yo no tengo esa sombra
que vaga en tu mirada.

Para mí fue un asunto de madre preocupada
que no fuera muy tarde mi regreso a la casa,
de domingo a domingo me peinaba las alas
sin andar cada jueves reclamando su alma.

La tuya, sin embargo, agotaba hasta el alba
las escasas noticias de las islas lejanas,
aunque fuera un indicio, Daniel, un rumor le bastaba,
aunque fuera mentira, era ya la esperanza.

Lo mío fue distinto, Daniel,
lo mío no fue nada,
yo no tengo esa sombra
que vaga en tu mirada.

El tiempo irá trayendo la amnesia inexorable ,
habrán muchas condenas y pocos responsables,
dirán que fue preciso, dirán, inevitable
y, al final, como siempre, sera Dios el culpable.

La historia necesita en sus escaparates
ocultar el trasfondo de tanto disparate,
no es tuya la derrota, Daniel, no cabe en tu equipaje,
acaso las gaviotas otra vez en el aire.

Lo mío fue distinto, Daniel,
lo mío no fue nada,
yo no tengo esa sombra
que vaga en tu mirada.

Alberto Cortez

La carta perdida

Mañana del día veintidós,
madre, hoy es tu cumpleaños.
Chaco ¡qué lejos estoy!
En mi carta les dejo mi amor.
Todo es blanco y aquí a mi alrededor
nos humillan con grandezas
el Tano, el Polaco, el Andrés.
Madre, cayeron los tres.
Es de noche y los salgo a buscar,
mil estrellas me quieren contar,
hace frío y aquí en soledad
hay mil almas que de guardia están.
Y sos un poco de sol,
toda nieve, toda viento.
Sos un puerto argentino
con bandera de otra nación.
Es la carta que nunca llegó,
escrita allá en Malvinas.
Fue en abril del ochenta y dos
de un soldado que nunca volvió.

Soledad Pastorutti

Para la vida

Estoy aquí sentado debajo del pequeño sol
el que nos vio águila y también gorrión.

Qué hacer con el silencio cuando la cabeza estalla,
cómo parar la impotencia de no poder hacer nada.

Por qué querer matar a tus hijos
es para que duela años la sangre
ayer por no querer a la Patria
y ahora por quererla demasiado.

Leyes viejas, más genocidas
mal presagio para la vida.

Con la luz llena de sombras y con el sol en sufrimiento
volví a mi casa de rodillas y aquí mis amigos muertos.

En un país enfermo, todas las cartas sobre la mesa
jugamos juegos perversos entre fútbol y guerra.

Sangre de gloria, odio contra amor
dioses y bestias, locura y dolor
abriré las puertas de este vacío
porque el destino me lanzó hacia arriba.

Leyes viejas, más genocidas
mal presagio para la vida.

Insistiré con un mar de rosas
y construiré sobre cenizas.
Tendré un nuevo sueño en mis manos
y lucharé para que sea justicia.

Las mejillas de mis hijos en mis labios
y encontraré en sus ojos un nuevo descanso.

Leyes viejas, más genocidas
mal presagio para la vida.

Leyes viejas, más genocidas
mal presagio para la vida.

León Gieco