Si yo estuviera cansado,
río grande, de la vida,
¿qué no haría por perderme
por tus islas?
¿qué no haría por perderme
por tus islas?
Sé de las islas del mar,
pero no sé de tus islas.
Las tuyas tienen caballos,
niñas azules las mías.
Las tuyas tienen caballos,
niñas azules las mías.
Dame un caballito overo
por una niña.
Dame un caballito overo
por una niña.
Si yo estuviera cansado,
río grande, de la vida,
¿qué no haría por perderme
por tus islas?
¿qué no haría por perderme
por tus islas?
La eternidad bien pudiera
ser un río solamente,
ser un caballo olvidado
y el zureo de una paloma perdida.
En cuanto el hombre se aleja
de los hombres, viene el viento
que ya le dice otras cosas,
abriéndole los oídos
y los ojos a otras cosas.
Hoy me alejé de los hombres,
y solo, en esta barranca,
me puse a mirar el río
y vi tan sólo un caballo
y escuché tan solamente
el zureo de una paloma perdida.
Y el viento se acercó entonces,
como quien va de pasada,
y me dijo:
La eternidad bien pudiera
ser un río solamente,
ser un caballo olvidado
y el zureo de una paloma perdida.
Si yo estuviera cansado,
río, tú me lo darías,
sé que tú me lo darías.
Si yo estuviera cansado,
río grande, de la vida,
¿qué no haría por perderme por tus islas?
¿qué no haría por perderme por tus islas?
Rafael Alberti (poema) y Enrique Llopis (música)
La canción forma parte de la obra El viento que viene y va, de Rafael Alberti y Enrique Llopis.
En el sitio Web de Enrique Llopis puede leerse lo siguiente:
Dijo Rafael Alberti
En Argentina, a la que nunca imaginé que volvería después de mi largo exilio, estuve el año pasado dando unos recitales durante los que comprobé, siempre me asombro de estas cosas, el cariño y el intenso recuerdo de mi estancia allí, muy difícil de reflejar en estas páginas sin que pueda parecer vanidad de un poeta nostálgico. Pero mi visita dejó honda huella en la vida cultural de Buenos Aires, y eso me estimula de nuevo a subir a un avión, como un marinero en el aire, y volver a abrazar a tantos amigos que aún tengo por allí con la huella del tiempo en el alma.
Me anima a hacer este nuevo viaje la grabación de un disco, El viento que viene y va, que he realizado con Enrique Llopis, cantante argentino de una sorprendente sensibilidad, que ha puesto una bellísima música a varios poemas de mi libroBaladas y Canciones del Paraná, que yo escribí durante mi vida argentina:
Hoy el Paraná respira
con aliento de azahares.
Con el azahar me voy
No me detengáis.El inmenso río que da título al libro, sus barrancas verdes, los caballos que parecían bordar el campo, el bañado, las iguanas, la quinta del Mayor Loco, don Amarillo ladrando, los paisajes que me rodeaban…
Todo ello, junto a la inmensa añoranza de España que me inundaba, dan vida a unos versos de una asombrosa sencillez que hoy, al escucharlos musicados parecen adquirir su auténtica significación.Buenos Aires, Rosario, Córdoba, me esperan nuevamente, esta vez creo que sí será la última, y yo acudo a aquellas tierras con la misma fuerza que antes. Mientras espero reencontrarme con aquel olor de azahares, esta noche otoñal gaditana voy a dejar mi ventana abierta, por ver si el aire me trae hasta mí un largo y profundo olor a albahaca.
Rafael Alberti
La arboleda perdida
En el mismo sitio, Enrique Llopis cuenta:
«(…) Hace muchos años, cuando empezaba a salir de mi barrio y establecía amistad con tantos estudiantes, músicos, poetas, pintores, artistas que generosamente daban lo que tenían y lo que sabían, vivíamos lo que Edgar Morin llama «la concepción sintética de la vida», o sea, una vida de varios rostros, porque queríamos, al mismo tiempo, militar, estudiar, leer, divertirnos, ser artistas, vivir en varios planos, permitirnos tener zonas libres para la poesía, la música y el pensamiento, y, todavía, tener una vida privada. En esa vorágine vital ocupaba un lugar importante en nuestras vidas una colección de libros de poesía que publicaba Editorial Losada.
Estos libros llenaban nuestros bolsillos y ocupaban estantes en todas las casas donde íbamos. Allí estaban, como el pan, las poesías de Pablo Neruda, León Felipe, Walt Whitman, Pedro Salinas, Antonio Machado, Federico García Lorca y de tantos otros, que pasaban de mano en mano y aprendíamos de memoria. Poemas que íbamos recitando en el colectivo, en nuestras casas o en cualquier otro lugar, porque para la poesía es bueno cualquier espacio.En esa colección estaban los libros de Rafael Alberti.
Rafael Alberti fue muy importante, no sólo en mi formación siempre autodidacta, sino también porque con el tiempo se transformó en uno de los pilares de mi obra. Tuve la suerte de conocerlo, de quererlo y de trabajar junto a él (…)».
Para conocer todas las canciones que Enrique Llopis ha compuesto junto a Rafael Alberti hacer clic AQUÍ
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