Si yo estuviera cansado, de Rafael Alberti y Enrique Llopis

Si yo estuviera cansado,
río grande, de la vida,
¿qué no haría por perderme
por tus islas?
¿qué no haría por perderme
por tus islas?

Sé de las islas del mar,
pero no sé de tus islas.
Las tuyas tienen caballos,
niñas azules las mías.
Las tuyas tienen caballos,
niñas azules las mías.

Dame un caballito overo
por una niña.
Dame un caballito overo
por una niña.

Si yo estuviera cansado,
río grande, de la vida,
¿qué no haría por perderme
por tus islas?
¿qué no haría por perderme
por tus islas?

La eternidad bien pudiera
ser un río solamente,
ser un caballo olvidado
y el zureo de una paloma perdida.

En cuanto el hombre se aleja
de los hombres, viene el viento
que ya le dice otras cosas,
abriéndole los oídos
y los ojos a otras cosas.

Hoy me alejé de los hombres,
y solo, en esta barranca,
me puse a mirar el río
y vi tan sólo un caballo
y escuché tan solamente
el zureo de una paloma perdida.

Y el viento se acercó entonces,
como quien va de pasada,
y me dijo:
La eternidad bien pudiera
ser un río solamente,
ser un caballo olvidado
y el zureo de una paloma perdida.

Si yo estuviera cansado,
río, tú me lo darías,
sé que tú me lo darías.
Si yo estuviera cansado,
río grande, de la vida,
¿qué no haría por perderme por tus islas?
¿qué no haría por perderme por tus islas?

Rafael Alberti (poema) y Enrique Llopis (música)

La canción forma parte de la obra El viento que viene y va, de Rafael Alberti y Enrique Llopis.

Enrique Llopis (www.enriquellopis.com)
Enrique Llopis y Rafael Alberti en Madrid, año 1991. Imagen: página Web de Enrique Llopis

En el sitio Web de Enrique Llopis puede leerse lo siguiente:

Dijo Rafael Alberti

En Argentina, a la que nunca imaginé que volvería después de mi largo exilio, estuve el año pasado dando unos recitales durante los que comprobé, siempre me asombro de estas cosas, el cariño y el intenso recuerdo de mi estancia allí, muy difícil de reflejar en estas páginas sin que pueda parecer vanidad de un poeta nostálgico. Pero mi visita dejó honda huella en la vida cultural de Buenos Aires, y eso me estimula de nuevo a subir a un avión, como un marinero en el aire, y volver a abrazar a tantos amigos que aún tengo por allí con la huella del tiempo en el alma.

Me anima a hacer este nuevo viaje la grabación de un disco, El viento que viene y va, que he realizado con Enrique Llopis, cantante argentino de una sorprendente sensibilidad, que ha puesto una bellísima música a varios poemas de mi libroBaladas y Canciones del Paraná, que yo escribí durante mi vida argentina:

Hoy el Paraná respira
con aliento de azahares.
Con el azahar me voy
No me detengáis.

El inmenso río que da título al libro, sus barrancas verdes, los caballos que parecían bordar el campo, el bañado, las iguanas, la quinta del Mayor Loco, don Amarillo ladrando, los paisajes que me rodeaban…
Todo ello, junto a la inmensa añoranza de España que me inundaba, dan vida a unos versos de una asombrosa sencillez que hoy, al escucharlos musicados parecen adquirir su auténtica significación.

Buenos Aires, Rosario, Córdoba, me esperan nuevamente, esta vez creo que sí será la última, y yo acudo a aquellas tierras con la misma fuerza que antes. Mientras espero reencontrarme con aquel olor de azahares, esta noche otoñal gaditana voy a dejar mi ventana abierta, por ver si el aire me trae hasta mí un largo y profundo olor a albahaca.

Rafael Alberti
La arboleda perdida

En el mismo sitio, Enrique Llopis cuenta:

«(…) Hace muchos años, cuando empezaba a salir de mi barrio y establecía amistad con tantos estudiantes, músicos, poetas, pintores, artistas que generosamente daban lo que tenían y lo que sabían, vivíamos lo que Edgar Morin llama «la concepción sintética de la vida», o sea, una vida de varios rostros, porque queríamos, al mismo tiempo, militar, estudiar, leer, divertirnos, ser artistas, vivir en varios planos, permitirnos tener zonas libres para la poesía, la música y el pensamiento, y, todavía, tener una vida privada. En esa vorágine vital ocupaba un lugar importante en nuestras vidas una colección de libros de poesía que publicaba Editorial Losada.
Estos libros llenaban nuestros bolsillos y ocupaban estantes en todas las casas donde íbamos. Allí estaban, como el pan, las poesías de Pablo Neruda, León Felipe, Walt Whitman, Pedro Salinas, Antonio Machado, Federico García Lorca y de tantos otros, que pasaban de mano en mano y aprendíamos de memoria. Poemas que íbamos recitando en el colectivo, en nuestras casas o en cualquier otro lugar, porque para la poesía es bueno cualquier espacio.

En esa colección estaban los libros de Rafael Alberti.

Rafael Alberti fue muy importante, no sólo en mi formación siempre autodidacta, sino también porque con el tiempo se transformó en uno de los pilares de mi obra. Tuve la suerte de conocerlo, de quererlo y de trabajar junto a él (…)». 

Para conocer todas las canciones que Enrique Llopis ha compuesto junto a Rafael Alberti hacer clic AQUÍ

FUENTE

Federico García Lorca

Y la muerte no tendrá dominio

 

Por: Alejandra Moglia

 

 «(…) Y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio».

Dylan Thomas

 

Agosto de 1936, asesinaron a Federico. Se cree que fue en la madrugada del día 18. Un grupo de hombres –como tantos- fusilaron al poeta, dejando su cadáver desaparecido y una España ensangrentada. Pero el poeta vive y los asesinos también. Es la historia repetida, la historia de siempre. Los mismos de siempre que cambian la máscara pero mantienen el mismo odio, la misma estupidez, el mismo desprecio por la vida y matan y vuelven a matar. No saben que matan a uno, y diez se levantan. Matan a diez y mil se sublevan. Matan a mil y seremos millones. Millones de voces que ni la muerte ni el miedo podrán silenciar.

 

 

Un homenaje a Federico García Lorca en la palabra de los poetas

 

 Oda a Federico García Lorca

Pablo Neruda

SI pudiera llorar de miedo en una casa sola,
si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,
lo haría por tu voz de naranjo enlutado
y por tu poesía que sale dando gritos.

Porque por ti pintan de azul los hospitales
y crecen las escuelas y los barrios marítimos,
y se pueblan de plumas los ángeles heridos,
y se cubren de escamas los pescados nupciales,
y van volando al cielo los erizos:
por ti las sastrerías con sus negras membranas
se llenan de cucharas y de sangre
y tragan cintas rotas, y se matan a besos,
y se visten de blanco.

Cuando vuelas vestido de durazno,
cuando ríes con risa de arroz huracanado,
cuando para cantar sacudes las arterias y los dientes,
la garganta y los dedos,
me moriría por lo dulce que eres,
me moriría por los lagos rojos
en donde en medio del otoño vives
con un corcel caído y un dios ensangrentado,
me moriría por los cementerios
que como cenicientos ríos pasan
con agua y tumbas,
de noche, entre campanas ahogadas:
ríos espesos como dormitorios
de soldados enfermos, que de súbito crecen
hacia la muerte en ríos con números de mármol
y coronas podridas, y aceites funerales:
me moriría por verte de noche
mirar pasar las cruces anegadas,
de pie llorando,
porque ante el río de la muerte lloras
abandonadamente, heridamente,
lloras llorando, con los ojos llenos
de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas.

Si pudiera de noche, perdidamente solo,
acumular olvido y sombra y humo
sobre ferrocarriles y vapores,
con un embudo negro,
mordiendo las cenizas,
lo haría por el árbol en que creces,
por los nidos de aguas doradas que reúnes,
y por la enredadera que te cubre los huesos
comunicándote el secreto de la noche.

Ciudades con olor a cebolla mojada
esperan que tú pases cantando roncamente,
y silenciosos barcos de esperma te persiguen,
y golondrinas verdes hacen nido en tu pelo,
y además caracoles y semanas,
mástiles enrollados y cerezas
definitivamente circulan cuando asoman
tu pálida cabeza de quince ojos
y tu boca de sangre sumergida.

Si pudiera llenar de hollín las alcaldías
y, sollozando, derribar relojes,
sería para ver cuándo a tu casa
llega el verano con los labios rotos,
llegan muchas personas de traje agonizante,
llegan regiones de triste esplendor,
llegan arados muertos y amapolas,
llegan enterradores y jinetes,
llegan planetas y mapas con sangre,
llegan buzos cubiertos de ceniza,
llegan enmascarados arrastrando doncellas
atravesadas por grandes cuchillos,
llegan raíces, venas, hospitales,
manantiales, hormigas,
llega la noche con la cama en donde
muere entre las arañas un húsar solitario,
llega una rosa de odio y alfileres,
llega una embarcación amarillenta,
llega un día de viento con un niño,
llego yo con Oliverio, Norah
Vicente Aleixandre, Delia,
Maruca, Malva Marina, María Luisa y Larco,
la Rubia, Rafael Ugarte,
Cotapos, Rafael Alberti,
Carlos, Bebé, Manolo Altolaguirre,
Molinari,
Rosales, Concha Méndez,
y otros que se me olvidan.
Ven a que te corone, joven de la salud
y de la mariposa, joven puro
como un negro relámpago perpetuamente libre,
y conversando entre nosotros,
ahora, cuando no queda nadie entre las rocas,
hablemos sencillamente como eres tú y soy yo:
para qué sirven los versos si no es para el rocío?

Para qué sirven los versos si no es para esa noche
en que un puñal amargo nos averigua, para ese día,
para ese crepúsculo, para ese rincón roto
donde el golpeado corazón del hombre se dispone a morir?

Sobre todo de noche,
de noche hay muchas estrellas,
todas dentro de un río
como una cinta junto a las ventanas
de las casas llenas de pobres gentes.

Alguien se les ha muerto, tal vez
han perdido sus colocaciones en las oficinas,
en los hospitales, en los ascensores,
en las minas,
sufren los seres tercamente heridos
y hay propósito y llanto en todas partes:
mientras las estrellas corren dentro de un río interminable
hay mucho llanto en las ventanas,
los umbrales están gastados por el llanto,
las alcobas están mojadas por el llanto
que llega en forma de ola a morder las alfombras.

Federico,
tú ves el mundo, las calles,
el vinagre,
las despedidas en las estaciones
cuando el humo levanta sus ruedas decisivas
hacia donde no hay nada sino algunas
separaciones, piedras, vías férreas.

Hay tantas gentes haciendo preguntas
por todas partes.
Hay el ciego sangriento, y el iracundo, y el
desanimado,
y el miserable, el árbol de las uñas,
el bandolero con la envidia a cuestas.

Así es la vida, Federico, aquí tienes
las cosas que te puede ofrecer mi amistad
de melancólico varón varonil.
Ya sabes por ti mismo muchas cosas.
Y otras irás sabiendo lentamente.

 

 

 

El crimen fue en Granada: a Federico García Lorca

Antonio Machado

          1. El crimen 

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

           2. El poeta y la muerte

 Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban…
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»

           3.

 Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

 

Poema a Federico García Lorca

Rafael Alberti

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.

 

Retrato de García Lorca

Alfonsina Storni

Buscando raíces de alas
la frente
se le desplaza
a derecha
e izquierda.

Y sobre el remolino
de la cara
se le fija,
telón del más allá,
comba y ancha.

Una alimaña
le grita en la nariz
que intenta aplastársele
enfurecida…

Irrumpe un griego
por sus ojos distantes.

Un griego
que sofocan de enredaderas
las colinas andaluzas
de sus pómulos
y el valle trémulo
de su boca.

Salta su garganta
hacia afuera
pidiendo
la navaja lunada
de aguas filosas.

Cortádsela.
De norte a sud.
De este a oeste.

Dejad volar la cabeza,
la cabeza sola,
herida de ondas marinas
negras…

Y de caracolas de sátiro
que le caen
como campánulas
en la cara
de máscara antigua.

Apagadle
la voz de madera,
cavernosa,
arrebujada
en las catacumbas nasales.

Libradlo de ella,
y de sus brazos dulces,
y de su cuerpo terroso.

Forzadle sólo,
antes de lanzarlo
al espacio,
el arco de las cejas
hasta hacerlos puentes
del Atlántico,
del Pacífico…

Por donde los ojos,
navíos extraviados,
circulen
sin puertos
ni orillas…


Fuentes

Alberti, Rafael. Poema a Federico García Lorca. Disponible en: http://www.poemasde.net/a-federico-garcia-lorca-rafael-alberti/

Fundación Federico García Lorca. Disponible en: http://www.garcia-lorca.org/Home/Idioma.aspx

Machado, Antonio. El crimen fue en Granada : a Federico García Lorca. Disponible en: http://www.poesi.as/amach332.htm

Neruda, Pablo. Oda a Federico García Lorca. Disponible en: http://www.poemas-del-alma.com/pablo-neruda-oda-a-federico-garcia-lorca.htm

Storni, Alfonsina. Retrato de García Lorca. Disponible en: http://www.poemas-del-alma.com/retrato-de-garcia-lorca.htm