En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte en esta soledad sin paredes al tiempo que huyeron los ángulos en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre para salir en un momento tan lento en un interminable descenso sin brazos que tender sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible sin más que una mirada y una voz que no recuerdan haber salido de ojos y labios ¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios? Y mi voz ya no es mía dentro del agua que no moja dentro del aire de vidrio dentro del fuego lívido que corta como el grito Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro cae mi voz y mi voz que madura y mi voz quemadura y mi bosque madura y mi voz quema dura como el hielo de vidrio como el grito de hielo aquí en el caracol de la oreja el latido de un mar en el que no sé nada en el que no se nada porque he dejado pies y brazos en la orilla siento caer fuera de mí la red de mis nervios mas huye todo como el pez que se da cuenta hasta ciento en el pulso de mis sienes muda telegrafía a la que nadie responde porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.
Xavier Villaurrutia
De: Nostalgia de la muerte, 1938
Los dados eternos y otros poemas. Poesía hispanoamericana del siglo XX. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1983
Yo también hablo de la rosa. Pero mi rosa no es la rosa fría ni la de piel de niño, ni la rosa que gira tan lentamente que su movimiento es una misteriosa forma de la quietud.
No es la rosa sedienta, ni la sangrante llaga, ni la rosa coronada de espinas, ni la rosa de la resurrección. No es la rosa de pétalos desnudos, ni la rosa encerada, ni la llama de seda, ni tampoco la rosa llamarada.
No es la rosa veleta, ni la úlcera secreta, ni la rosa puntual que da la hora, ni la brújula rosa marinera.
No, no es la rosa rosa sino la rosa increada, la sumergida rosa, la nocturna, la rosa inmaterial, la rosa hueca.
Es la rosa del tacto en las tinieblas, es la rosa que avanza enardecida, la rosa de rosadas uñas, la rosa yema de los dedos ávidos, la rosa digital, la rosa ciega.
Es la rosa moldura del oído, la rosa oreja, la espiral del ruido, la rosa concha siempre abandonada en la más alta espuma de la almohada.
Es la rosa encarnada de la boca, la rosa que habla despierta como si estuviera dormida. Es la rosa entreabierta de la que mana sombra, la rosa entraña que se pliega y expande evocada, invocada, abocada, es la rosa labial, la rosa herida.
Es la rosa que abre los párpados, la rosa vigilante, desvelada, la rosa del insomnio desojada.
Es la rosa del humo, la rosa de ceniza, la negra rosa de carbón diamante que silenciosa horada las tinieblas y no ocupa lugar en el espacio.
Xavier Villaurrutia
Villaurrutia, Xavier. Antología. Prólogo y selección de Octavio Paz. México: FCE, 1980
¿Por qué la rosa? Sorprende que dos poetas modernos elijan uno de los símbolos literarios de más fortuna en la civilización occidental, una de las figuras más socorridas, más reiteradas, quizá más gastadas del repertorio poético de todos los tiempos. El riesgo es grande: el lugar común de una tradición milenaria acecha a cada paso, a cada verso. Y, sin embargo, ambos poetas lavan la imagen tradicional, como una moneda, y la devuelven prístina, primera, iluminada. Allí está, desde mi punto de vista, la fuerza de los poemas estudiados: el símbolo, la imagen de la rosa parece nueva, única, recuperada.
Villaurrutia y Rilke aceptan el desafío de invocar el misterio de la rosa en sus poemas. (…)
Así, independientemente de las divergencias en estilo y en contendio, Rilke y Villaurrutia coinciden en la rosa que buscan y cantan. ¿Qué se oculta detrás de la rosa de Rilke y de Villaurrutia, qué se revela tras el encadenamiento de metáforas que alcanzan un nivel alegórico en Nocturno Rosa y Les Roses? Podría verse allí una metáfora de la Poesía o del Arte, una representación de una iniciación espiritual. Sin embargo, me parece que lo que late en estos poemas es un mundo espiritual, una realidad que vive más allá de lo tangible, de lo material: una intuición de lo invisible.
Les chansons des roses (per coro), del compositor Morten Lauridsen. Ciclo basado en Les Roses, de Rainer Maria Rilke.