Yo no tengo patria, Ramón García Mateos. Voz: María García Esperón

A Chicho Sánchez Ferlosio.
Escuchando a Jorge Drexler.

Yo no tengo patria. Habito en la casa común de las palabras. Errante y nómada. Pude nacer berebere en el desierto, con aroma de té verde y jazmín entre las manos, albahaca y cilantro en la memoria. Vagabundo por las dunas de alheña de tu cuerpo. Desterrado del tiempo de los héroes. Nómada y errante. Entré en España en los albores del siglo XV, acunado por los cantos ondulantes de viejas egipcianas: anduve los caminos, azotaron mi cuerpo, grabaron con fuego mi conciencia, cortaron finalmente mis orejas. Errante y nómada. Salí de mi casa, con patio y con aljibe, y me llevé una llave que guardaba la sombra del recuerdo: Sefarad con luz de limoneros y una estrella de David sobre mi puerta, señal de sangre y augurio de la muerte. Como en Berlín, como en Varsovia. Errante. Nómada. Crucé allende los mares en la bodega de un barco caribeño, con la quimera del pobre de encontrar El Dorado en las Américas, hasta un bohío muy cerca de Cienfuegos: azúcar, ron de caña, hambre, mucha hambre, y un augurio de sueño y rebeldía. Nómada. Errante. Y regresé de nuevo, salí de la Argentina, de Chile, de Uruguay… huyendo de la necesidad y los tiranos, susurrando una vieja tonada en prolongados insomnios de sangre y de terror, retornando en la noche, allí, a la ESMA, hierro en mi carne, hijos de puta, cuánto dolor y cuánto miedo, de regreso otra vez. Errante y nómada. Me llamaron sudaca, charnego, indio, maqueto y, hasta un día, con tono despectivo, me gritaron al rostro: castellano. Trabajé de peón y jornalero por un pobre salario de emigrante. De sombra a sombra. Nómada y errante. Hago mía su canción, con aires de milonga melancólica:

Perdonen que no me aliste
bajo ninguna bandera,
vale más cualquier quimera
que un trozo de tela triste.
Yo soy un moro judío
que vive con los cristianos,
no sé qué Dios es el mío
ni cuáles son mis hermanos.

Errante y nómada. Habito en la casa común de las palabras. Yo no tengo patria.

(c) Ramón García Mateos
«Daguerrotipos moderadamente apócrifos»
Premio Iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa

Presentación de Aurelio González Ovies en el Centro Español de Querétaro – México

Aurelio González Ovies

El poeta que viene del Norte en el Centro Español de Querétaro

 

  • Presentación de la poesía del autor asturiano a cargo de la escritora mexicana María García Esperón en el Centro Español de Querétaro, el 22 de junio de 2012 a las 7 PM.

Aurelio González Ovies es un poeta asturiano nacido en Bañugues en 1964. Su palabra, tan sencilla como poderosa, ha acompañado a una generación que vuelve a encontrar en la poesía el espejo del alma. Muy conocido en España, Aurelio el poeta de Asturias, ha cantado como nadie la belleza de la tierra asturiana, la relación con el mar, la tragedia humana de la minería, el misterio de la muerte, el amor de la madre y la grandeza de las personas sencillas.

Doctor en Filología Latina, es también titular de latín en la Universidad de Oviedo. Ha formado a muchas generaciones en el amor de los clásicos y en el rescate de las humanidades, haciendo a todos sus alumnos creer en el valor de la palabra.

Sus libros, ”En presente”,  “La hora de las gaviotas”, “Vengo del Norte” , “Nada”, “Tocata y Fuga” se han convertido en jóvenes clásicos y en lectura necesaria.  

El Centro Español de Querétaro, con la coordinación de Juan José Téllez Ortega,  se complace en presentar en México una selección de la poesía de este asturiano universal, en la voz de la escritora mexicana María García Esperón, que ha convertido en uno de los más importantes objetivos de su vida literaria la difusión de la obra de Aurelio González Ovies.

La cita es el próximo 22 de junio 2012, a las 7 PM, en el Centro Español de Querétaro (Boulevard Bernardo Quintana 9800, Centro Sur. Querétaro, Qro). La entrada es libre.

Fuente: María García Esperón – Blog

Se presentó la poesía de Aurelio González Ovies en la Biblioteca Municipal de San Miguel de Allende – México

Ayer se presentó la poesía del poeta asturiano Aurelio González Ovies en la Biblioteca Municipal de San Miguel de Allende

Comparto en este espacio la reseña publicada por la escritora María García Esperón:

El poeta que viene del Norte en el corazón de México

El miércoles 7 de marzo de 2012, un grupo de personas se reunieron en la Biblioteca Municipal de la ciudad de San Miguel de Allende -que ha sido nombrada «corazón de México»-  en torno de la palabra del creador asturiano Aurelio González Ovies, el poeta que viene del Norte.

La coordinación a cargo de Jesús Rodríguez fue impecable, en  una pantalla  se proyectaron videos de los poemas de Aurelio, lo que fue creando un ambiente muy especial.

La lectura colectiva se tiñó de emociones y de poéticos imprevistos y a petición de quienes habían escuchado el poema ANUNCIO POR PALABRAS en TV4, aunque no contábamos con ese poema impreso, se procedió a buscarlo en Internet y en segundos se encontró la versión que realizara nuestra amiga argentina Alejandra Moglia hace más de un año. El poema fue impreso y hecho suyo por todos, en particular por una joven que había llegado a la biblioteca por casualidad y que hizo suyo el verso «con el inmenso encanto de lo que no se espera».

Pero todos sin excepción aceptaron abordar este barco  de palabras y adentrarse en el mar de una poesía poderosa y sencilla, honda, original y originante, en ese recinto dedicado a los libros de la ciudad de San Miguel de Allende, corazón de un México que renace. 

FUENTE

Voz y Mirada

Presentación de la poesía de Aurelio González Ovies en la Biblioteca Pública Municipal de San Miguel de Allende – México

El próximo 7 de marzo a las 17 hs., la Biblioteca Pública Municipal de San Miguel de Allende (México) y la escritora María García Esperón presentarán la obra del poeta asturiano Aurelio González Ovies.

La presentación se llevará adelante en el marco del programa Miércoles de Poesía: el goce de leer.

La entrada es libre.

FUENTE

La poesía de Aurelio González Ovies en la Biblioteca Municipal de San Miguel de Allende. En: Blog de María García Esperón.

Y la luz de silencio se hizo en Oviedo y en Gijón

Ramón García Mateos, Eusebio Ruiz y Susana Tejedor en la Librería Cervantes de Oviedo

Quien toca este libro toca a un hombre
Walt Whitman

 En la Librería Cervantes de Oviedo, el poeta asturiano Eusebio Ruiz presentó su poemario Luz de silencio para luego partir hacia Gijón y sus Encuentros Poéticos. En ambas ocasiones la tersa palabra de Eusebio cautivó a los asistentes e hizo la felicidad de sus muchos amigos que acudieron a la vera de su poesía para vivir este sueño en plenilunio.

Arropado por la imponente y generosa presencia poética de Ramón García Mateos y por el alma grande de Antonio Merayo, Eusebio Ruiz hizo lo que mejor sabe: entregarse a torrentes a la belleza que lo permea desde siempre, a la amistad que lo constituye, a la luz que lo filtra y al silencio que le ha dado sus palabras.

Querido por todos, de todos amigo, amante entregado de la poesía que le acaricia en plata los cabellos y le pone oro en la sonrisa, Eusebio no ha escrito un libro solamente, sino que se ha escrito en él por completo, de tal modo que quien toque Luz de silencio, tocará, amoroso por entero, el corazón de un hombre.

María García Esperón

FUENTE

Franz Kafka, de William Ospina

Padre, le digo, dame tres granos de cebada para despertar al
durmiente.
Pero mi padre no responde:
es un enorme jinete de bronce, alto sobre colinas y sinagogas.
Madre, le digo, aparta tanta niebla,
muéstrame un rostro dulce, del que broten palabras ingenuas.
Pero ella se ha perdido por los callejones de piedra
y sólo encuentro en el espejo sus ojos inmensos.
Abuelo, digo entonces, ya no luches más con el ángel,
ven a contarme historias junto al fuego, mientras se hiela el Elba.
Pero el viejo me mira con ojos ausentes, y comprendo
que no es éste mi abuelo sino un viejo gitano que quiere venderme
un recuerdo.
Hermana, bella hermana, le digo,
toma mi mano que está oscuro en esta casa inmensa.
Pero a mi lado pasa una condesa polaca monumental y arrogante
y se escucha un violín, y se cierra una puerta.
Hermano, digo, qué bello cabalgas sobre el potro de madera y
de laca,
¿hacia dónde nos llevan estas tardes inciertas?
Pero él es sólo una imagen, una gris fotografía en mis manos,
y a lo lejos, atroces, los cañones resuenan.
Goethe, le digo, cántame una canción romana,
haz que yo sienta en mi corazón esta antigua tristeza.
Pero la tumba calla y sobre ella vuelan grises palomas
y no puedo abrir este libro porque sus páginas son de ceniza.
Milena, digo luego, tal vez tú puedas finalmente salvarme,
dime que soy de carne y de sangre, que esto que me atenaza es un deseo
Pero ella se afantasma entre miles de seres escuálidos
y apenas si percibo dos llamas que se apagan muy lejos.

¿Entonces es delirio todo esto? ¿A quién puedo llamar que me
salve?
Su reino es de este mundo. Todos están aceptados y absueltos.
Son demasiado humanos, son demasiado justos,
y yo no logro hablarles con mi estruendo de élitros.
y no aprendí a cruzar las puertas,
y no sé defenderme.

Si ves dos grises ojos de gato en la gótica noche de Praga
comprenderás que temo morir si me duermo.
Si oyes una canción en la gótica noche de Praga
comprenderás que intento saber dónde me encuentro.
Si oyes un corazón en la gótica noche de Praga
comprenderás quién sostiene todo este sueño.

William Ospina

Visto en: Voz y Mirada

El paso del general, Francisco Álvarez Velasco

Con su paso un-dos, ahora avanza la muerte
con su paso un-dos, con su paso un-dos,
el paso que le marcan generales solemnes.

Husmean en sus mapas con reglas y compases,
señores de la guerra,
buscadores de vidas, buscadores de sangres.

De par en par los ojos
y en los ojos la niebla,
hay un niño en silencio…

Con sus muchas medallas de lata rutilante,
con su paso un-dos, con su paso un-dos.

… en los ojos del miedo,
otro niño escuchando
el reloj de su hambre.

Imponentes, deciden «hasta aquí la nación».
Luego se condecoran con su paso un-dos,
con su paso un-dos, con su paso un-dos.

Si suena la trompeta
si el tambor os convoca,
si llama el General…

La oquedad de los pechos resuena en las arengas.
Relumbran las medallas de lata rutilante
que ganan con la muerte.

… equivocad el paso,
ese paso un-dos,
ese paso un-dos…

Y la muerte, si llega con su paso, es temprana,
con su paso un-dos, con su paso un-dos.

… equivocad el paso,
ese paso un-dos,
ese paso un-dos…

(c) Francisco Álvarez Velasco

Voces de Francisco Álvarez Velasco y María García Esperón

 

Le pas du général 

En marchant au pas une – deux, voici qu’avance la mort 
au pas cadencé une – deux, au pas cadencé une – deux 
le pas que marquent les généraux solennels. 

Ils fouinent dans leurs cartes avec des règles et des compas, 
seigneurs de la guerre, 
traqueurs de vies, de sang avides. 

… les yeux démesurément ouverts
et dans les yeux la brume, 
un enfant silencieux…

Avec leurs batteries de médailles de fer blanc étincelant 
au pas cadencé une – deux, au pas cadencé une – deux.

… dans les yeux de la peur, 
un autre enfant écoute 
l’horloge de sa faim.

Imposants, ils décident «la nation va jusqu’ici «. 
Ensuite ils se décorent au pas cadencé une – deux, 
au pas cadencé une – deux, au pas cadencé.

Si la trompette sonne 
si le tambour convoque, 
si le Général mande…

Le creux des poitrines vibre dans les harangues. 
Les médailles de fer blanc resplendissent rutilantes 
Ces médailles qu’ils gagnèrent grâce à la mort. 

… prenez le à contre-pied, 
ce pas cadencé une – deux, 
ce pas cadencé…

Car la mort si elle arrive, à son pas, 
à son pas une – deux, à son pas une – deux 
la mort sera en avance.

Empruntez le pas deux – un 
ce pas décalé deux – un, 
ce pas décalé!

(c) Francisco Álvarez Velasco

Traducción: Jean Dif

Voz: Jean Dif

FUENTE

Un encuentro por la paz en la palabra: Paco Álvarez Velasco y Jean Dif. En: Voz y Mirada.

Por los libros de los libros, de Aurelio González Ovies

Para que siempre queden páginas inéditas, espacios en la naturaleza, distritos en el paisaje donde enclavar un verso o anillar una sílaba. Para que nunca falten secretos que bruñir en los lomos del agua ni grana que esparcir en los extensos ámbitos de las ficciones. Y sigan propagándose el olor a guitarra y las llamas romances en las noches de Lorca. Y crucen por los puentes del viento los oscuros relinchos delatores de Perse. Por las cítaras rústicas y los cantos labriegos. Por Virgilio y sus armas y fragantes hexámetros, como tierra rojiza donde crece la salvia. 

Por la longevidad de aquellos que decoran la piel de las serpientes y trazan geometrías en la fosforescencia de orugas y de pétalos. Por la lavanda, agradecida todavía al sol y a las tardes de estío. Por los ecos del mundo y de todos sus pájaros cuando el silencio reina en las mañanas vírgenes de los meses de marzo. Por las sombrías pérgolas bajo la Antigüedad, en las que aún se escuchan las puntadas broncíneas de Penélope. Por el amor que arriba, trazado a mano, en naves y gabarras, para todos los que odian, de costa a costa. Por Gloria y Gamoneda. 

Para que se confundan los sueños más sublimes con la realidad brutal de algunos días y no se sientan más los lamentos frecuentes ni las súplicas roncas del atropello. Para que manen fuentes allí donde las grietas parecen ya un reflejo del alto cielo y germine la mies con la facilidad de las telúricas exactitudes de Claudio. Y trepen tu sonrisa y mi enajenamiento por las alineadas alamedas que suben a Machado. Por los que han partido sin decir la caricia más atesorada para el último instante. 

Por el corazón de Mestre y sus antífonas de salud en rama. Por las esquilas que aún rompen la calma de Orihuela y los secos graznidos de dos cuervos posados en este alejandrino. Por Pizarnik y Safo y las islas en las que desterramos la incapacidad y el intimismo. Por nosotros, inocentes criaturas expuestas al dolor más profundo y a la mínima herida del aire o de la mano de nuestros semejantes. Por el orbe infinito. Por su misericordia. Por Javier Sicilia, para que nunca callen su rabia ni su ímpetu, para que no enmudezcan de pena sus metáforas, pero siempre con gesto de códice o poema. Por los libros de los libros. Siempre. 

(C) Aurelio González Ovies
La Nueva España, 21 abril 2011

En: Voz y Mirada de España y América

El poema es erosión y pérdida, de Santiago Montobbio

EL POEMA ES EROSIÓN Y PÉRDIDA.
El poema es testimonio. El poema es testamento.
El poema es de todos y es de nadie. El poema es siempre tuyo.
El poema es corazón lleno de heridas muy abiertas.
El poema es el retrato oscuro del olvido.
El poema es lodo. El poema es todo. El poema
es lirio y río. El poema es aire libre. El poema
es un niño y un respiro. El poema tiembla
como araña que la soledad desteje. El poema es alba
y es río (ya lo he dicho) y es latido. El sol del poema
también sabe del frío. El poema está
siempre despierto, siempre herido. En el poema está
el corazón secreto del estío. El poema
te vive y te persigue. El poema te escribe.
El poema es un destino. El poema es un paisaje
que nunca es el mismo. El poema es luz
nunca oída. El poema restalla nuevo sobre el día.
El poema es susurro, es temblor, aliento estremecido.
El poema es tigre y es paloma. El poema
es triste, es libre. El poema es misterioso
y no se pierde ni se agota su sentido.
El poema es sombra. El poema es haz
y suma de los posibles caminos. El poema
es revelación y abismo, destello único.
El poema también es montaña y agua y alba
siempre aludida. El poema, daga y última muralla.
El poema está escondido. En las palabras lo descubro.
En el poema siempre soy yo mismo. En el poema
ardo, alumbro. Navego noche adentro. Naufrago,
me consumo. En el poema vivo. Hacia ti
en el poema me construyo.

12 marzo 2009

(C) Santiago Montobbio
De: La poesía es un fondo de agua marina

VER: La poesía es un fondo de agua marina. En: Voz y Mirada de España y América.

Apuntes, de Aurelio González Ovies

Todo lo que escribo nace y crece de mis inseguridades y desemboca en los dominios de otras incertidumbres. Todo lo que escribo limita, al norte, con mis deseos; al sur, con mis pesares; al este con lo que nunca seré; al oeste con los que están y estuvieron, mas no estarán conmigo. Lo cierto es que no tengo claro si vivimos nada más que para recordar o si, obstinados, recordamos porque no vivimos del todo, porque existimos a medias. No soy capaz de descifrar cuánta extensión de mí quedaría flotando en el presente si me arrancaran la memoria, qué proporción le debo a la esperanza, qué gracias a lo sufrido, cómo reconocerme si no echara de menos, a quién añoraría sin antes haber amado.

Escribo para enfrentarme al rápido mundo que no acepto ni me admite, al mundo que da vueltas y como el hombre tropieza y se destroza, una y mil veces, sobre la misma tierra; para abrirme en palabra, desgajarme, y encerrarme, en soledad, en algún libro, sobre una cómplice página. Para volver a lo imposible y aspirar su perfume y sentarme un momento frente a la misma mar de todos los veranos y llamarme a lo lejos y acercarme a mí mismo y sonreír de nuevo al tocar en mi carne la pureza. Para subir al humo y asumir la ceniza.

Porque nada se olvida para siempre, nada nos muere definitivamente salvo el cuerpo y la belleza, la juventud y su brillo. Porque necesitamos otra realidad, con más fondo y menos superficie, con más apego y menos odio, con menos de más. Porque hay días en que miro con más exactitud, quizás con más tristeza, las cosas, los objetos, y descubro en sus formas desconocidos túneles como de transparencia. Porque quisiera ser y formar parte del verde de los árboles, del fulgor de una estrella, del vacío del eco, de la humedad del agua. Ser y estar en la humildad de una baya, de un pétalo, de un junco entre los juncos, a la orilla de un río.

Escribo, como quien colecciona insectos muy brillantes, para poder guardar bajo alfileres instantes muy precisos, emociones intensas, aromas, fechas, gestos y solsticios. Para sobrevolar, de cuando en cuando, por queridos paisajes donde, a no ser desde el verso y su estatura, sólo crecen heridas, sólo gruñe el silencio, sólo atajos cubiertos de ramaje y espinos. Para esclarecer de dónde vengo, qué ceguera me obliga a dar la espalda a quien me espera, qué luz me aprisiona y me inmoviliza donde jamás, por mí, me hubiera detenido.

Porque, paradójicamente, me atraen los secretos de la sinceridad, me imanta la hondura de lo aparente, el más allá de lo imprevisible. Porque sé que son muchos los que piensan que un poema no vale para nada, pero un universo sin poemas, sin sentimientos que no sirven para nada, ya no sería un universo porque todo sería útil para algo, más lucrativo y nosotros aún más cicateros y mezquinos. Porque me siento a salvo cuando anudo mensajes y ahogo mis desesperos, mis deudas y mis gritos.

Escribo para asegurarme un hilo al que agarrarme en estaciones débiles y colgarme la fe como un escapulario. Para erguir una torre con los nombres que son imprescindibles, por más que en ella sólo aniden las cigüeñas. Para saborear, de tarde en tarde, los inmediatos números de antiguos almanaques, la dulzura de meses caducados, los labios que he rozado, los frutos que he vivido. Para convocar circunstancias eternamente pendientes, nubes perpetuas. Para acceder al Dios que yo sospecho, esdrújulo y sonoro. Para internarme en lo infeliz y resurgir con gozo, más entusiasta y semivivo.

Escribo porque preciso soñar por los sueños de los sueños; porque me obligo a ascender a todas las latitudes; porque me exijo seguir por diferentes caminos. Porque me reconvierto, me venzo, me sumerjo en lo opuesto, me aparto de mis pasos, examino las huellas y concluyo: cuando ya no soy nadie, soy lo que escribo. Cuando apenas existo, existo porque escribo. Cuando advierto cadenas, voy libre porque escribo. Cuando presiento muerte, escribo y sigo vivo. Acaso por consuelo, pudiera, quién lo sabe, ser puro egocentrismo.

(C) Aurelio González Ovies