Un pájaro aquí, tendía el fresco
temblor de la mañana;
empezaba a ser sol entre los soles
traídos a este patio por el mundo
de corredores blancos,
si cantaba.
Iba abriendo su jaula,
ese cielo de alambre, al ancho cielo
donde su mismo canto era otro pájaro.
…Y el pájaro voló al segundo cielo
donde un segundo pájaro cantaba
otro cielo, otra luz.
————————-Después de nuevo,
quedó vacía la jaula.
Vacía, pero llena
de otro patio, otra luz, otra mañana.
El infinito es sólo
un pájaro que canta.
Miguel Ángel Viola
Viola, Miguel Ángel. Panteón de señoritas. Buenos Aires: Cuaderno del Alfarero, 1977.