Franz Kafka y Praga

Por: Alejandra Moglia

“En un tiempo no podía comprender por qué no recibía respuesta a mi pregunta, hoy no puedo comprender cómo pude estar engañado hasta el extremo de preguntar”. Franz Kafka.

El 24 de junio se cumplieron 86 años de la muerte de Franz Kafka, quien nació en Praga en 1883, en los tiempos del Imperio Austro Húngaro.

Escritor genial, con lucidez e ironía se anticipó con una narrativa simbólica y desalentadora a la opresión y angustia que traería aparejado el siglo XX para la humanidad. Su estilo único y su manera de entender la realidad lo llevaron a la introducción de un nuevo concepto para designar a las situaciones absurdas, grotescas, insólitas e impensadas: el término kafkiano.

La relación angustiosa y existencial con su padre lo marcó de por vida y su influencia es notoria en toda su obra. Los personajes kafkianos experimentan dolor, una angustia que los agobia y los deja solos y desesperados. El sentimiento de culpa los intima en forma permanente, los frustra y les impide alcanzar la felicidad, debiendo sufrir en muchas oportunidades situaciones que escapan a su propio control y contra la cual no pueden luchar, en donde lo absurdo adquiere un papel predominante.

Separar la obra de Kafka y sus personajes de su propia experiencia de vida se hace muy difícil, como también se hace casi imposible separarlo de su ciudad natal: Praga y Kafka son indivisibles. Quien tenga la oportunidad de viajar a Praga sin conocer un poco sobre este escritor, sin comprometerse aunque sea en parte con su obra y su pensamiento, se habrá perdido Praga para siempre.

Kafka ha sido un hombre comprometido con los valores humanos y ha tenido la brillante lucidez de anticiparle a Europa y al mundo con inteligencia e ironía, las miserias que estaban viviendo y las que estaban por llegar que, como la historia se encargó de demostrar, han sido atroces –y lo siguen siendo- para la humanidad.

Falleció en 1924 en Viena donde estaba siendo tratado por la tuberculosis que lo aquejaba pero fue enterrado en Praga. Su entierro fue conmovedor: sus familiares, amigos, escritores, periodistas, pensadores y amores desesperados estaban allí para rendirle el homenaje póstumo. Sabían que se había ido una de las personalidades más lúcidas que había dado Praga al mundo. Tras su muerte, su amigo entrañable Max Brod publicó sus obras. No faltaba mucho tiempo para que la ciudad fuera invadida por Hitler, para que toda Europa fuera arrasada, para que la muerte se expandiera por doquier de la manera más absurda e inexplicable. Las hermanas de Kafka, junto a toda la población judía del lugar fueron llevadas a campos de exterminio en donde encontraron la muerte. Finalmente, la segunda Guerra Mundial dejó un lado superior a 50 millones de muertos y le abrió las puertas a un conflicto antes impensado: la Guerra Fría.

Franz Kafka no sólo comprendió su época sino que la superó. Nadie como él ha contado la terrible sensación que podemos sentir cada uno de nosotros frente a la soledad, la incomprensión, la injusticia, la represión y la opresión, y los males más terribles del siglo XX y del actual.

En su obra, en sus cartas, en sus memorias -de una forma u otra- aparece su ciudad natal, ciudad en la que también fue enterrado. Harald Sallfener recopila en un libro titulado Franz Kafka y Praga distintos fragmentos que ratifican la unión indisoluble entre el escritor y Praga.



Video: Praga, Philip Bloom



Fotografía: Puente de Carlos, Alejandra Moglia

«…Cada uno tiene en su interior un demonio mordiente que destruye las noches y eso no es bueno ni malo, ya que es la vida. Lo que usted maldice en sí misma es pues su propia vida. Ese demonio es el material (y realmente un material precioso) que usted ha recibido y con el que debería hacer algo sin perder tiempo. (…). En el Puente de Carlos, en Praga, hay un relieve bajo la estuatua de un santo que representa su historia. El santo labra allí un campo y ha enganchado en el arado a un demonio. Éste está todavía iracundo (fase de transición; mientras el demonio no quede también satisfecho, no se trata todavía de una victoria completa), hace rechinar los dientes, mira hacia atrás, a su señor, con una mirada malvada, torcida y encoge el rabo de un modo espasmódico; pero ha sido puesto bajo el yugo. Bien, usted, Minze, no es ninguna santa y no debe serlo, además no es necesario que lo sea y sería triste, una pena, si todos sus demonios tuvieran que empujar el arado, aunque sería bueno para una gran parte de ellos y constituiría para usted una gran y buena acción…».

Franz Kafka, a Minze Eisner, 1920

Fotografía: Nuestra Señora del Týn, Alejandra Moglia

«Por favor, tenga la bondad de escribir la dirección de una manera más clara, una vez que la carta está en el sobre ya casi no me pertenece, y estud debería tener más cuidado con la propiedad de los demás, más sentido de la responsabilidad. ¿De acuerdo? De todos modos tengo la impresión, sin poder verificarla con certeza, de que se perdió la carta mía. ¡Temerosidad de los judíos! ¡En vez de temer que realmente la haya recibido!!

Franz Kafka a Milena Jesenská, 1920

Fotografía: Entrada a Mala Strana, Alejandra Moglia

«Nunca he dejado de desaconsejarle Praga a Kafka. Usted, como un amigo fiel y cordial, al que le envidio a Kafka, insistía en mantenerlo allí. Los diarios me muestran que estaba arraigado a Praga de una manera trágica. Usted tenía que vencer, y él perecer por Praga».

Ernst Weiss a Max Brod, 1937

«Pero aquí, en Franz Kafka, y sólo en el interior de la literatura moderna, no hay colores cambiantes, ni cambios de perspectiva, ni desplazamientos de bastidores. Aquí hay verdad y nada más que verdad».

Max Brod, 1924

Fuentes

Salfellner, Harald. Franz Kafka y Praga. Praha: Vitales, 1999

Valverde, Fredy. –Franz Kafka : especial para Radio Praga-. Disponible en: http://archiv.radio.cz/kafka/index.html