No quiero morir, me digo a menudo como un imbécil descorriendo los paños agrios del amanecer sobre mi máscara de mono
sobre mi corazón sin principios
entre la avaricia de la tierra confusa y ardiente como el camarín de una loca
No quiero morir sin conocer a fondo una piedra una mano la rueda de hormigas y vino que mueve la noche la amistad de los pájaros en esas regiones baldías donde se muele la harina sin fin del calendario
con mi alma de encrucijada y de caricia girando en el viento de la frustración
excitante como el horizonte
como un sexo insatisfecho hasta los últimos óvulos de la costa que se pierde de vista
No quiero morir me digo aullando con la apuesta perdida de otro día en plena sangre
yo que insultaba a esos cargadores de inmundicias y a esos otros devoradores de migajas benditas por amor a la muerte
exijo una piel de orquídeas bajo la demencia de las estrellas
una injuria de prisionero secuestrado por las olas
esas mujeres fanáticas insomnes en sus pobres hospitales de besos entre los fuegos nocturnos
Yo hijo de labores incompletas y regiones extrañas
hijo de sementeras errantes y de matrices ansiosas
hijo de hembra fosforescente
no quiero morir bajo mi piel
bajo mi voz
para vociferar en la sombra tras esos ventanales inmensos y empañados donde apoyan la frente criaturas de murallas y de lluvia…
Enrique Molina
FUENTE
Lugones, Leopoldo [y … otros]. La poesía argentina. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1979.
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