Giro Hondo es el álbum editado a fines del año pasado por Acqua Records, en el cual se incluyen poemas de Oliverio Girondo, recitados por Tom Lupo y musicalizados por León Gieco y Luis Gurevich.
La obra incluye especialmente poemas de los libros Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, Calcomanías y Espantapájaros.
Son 16 los poemas recitados por Tom Lupo en este álbum que rescata la actualidad de la obra de Oliverio Girondo.
En algunos casos la música vino después. En otros, León me pidió que escuchara primero algunos temas y eligiera textos que tuvieran que ver con esas melodías. Creo que la música potenció la emoción de los textos. Y la mía propia, por supuesto. Creo que me dejé llevar por su intención. Era como querer prestarles el cuerpo a esos poemas para que Girondo se haga presente.
En la misma nota puede escucharse el Poema 12 del libro Espantapájaros.
En uno de los capítulos de El libro perdido -una coproducción de la Biblioteca Nacional, Canal Encuentro y la TV Pública- Tom Lupo recita algunos fragmentos de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía.
Sentado solo En un banco en la ciudad Con tu mirada Recordando el litoral. Tu suerte quiso estar partida Mitad verdad, mitad mentira Como esperanza De los pobres prometida.
Andando solo Bajo la llovizna gris Fingiendo duro Que tu vida fue de aquí Por qué cambiaste un mar de gente Por dónde gobierna la flor Mirá que el río Nunca regaló el color.
Carito suelta tu pena Se hará diamante tu lágrima Entre mis cuerdas Carito suelta tu piedra Para volar como el zorzal en primavera.
En Buenos Aires Los zapatos son modernos Pero no lucen Como en la plaza de un pueblo Deja que tu luz chiquitita Hable en secreto a la canción Para que te acaricie Un poco mas el sol.
Cualquier semilla Cuando es planta quiere ver La misma estrella De aquel atardecer Que la salvó del pico agudo Refugiándola al oscuro De la gaviota arrasadora De los surcos.
Carito yo soy tu amigo Me ofrezco árbol para tu nido Carito suelta tu canto Que el abanico en mi acordeón Lo esta esperando.
A mí los dieciocho me pasaron de largo, estrenando opiniones, intenciones y cantos, a esa edad, como todos, con el puño cerrado, en las puertas abiertas el futuro esperando.
Al tuyo, bruscamente te lo desamarraron y te hiciste a la niebla en el mar del espanto, encallaron tus sueños Daniel, en la turba y el barro, fue la muerte bandera y la vida un milagro.
Lo mío fue distinto, Daniel, lo mío no fue nada, yo no tengo esa sombra que vaga en tu mirada.
Mi batalla fue el riesgo de un «machete» escondido y mi «pozo de zorro», un amor y un olvido, mi fusil, las pintadas en los muros vacíos y morir por la Patria, un discurso florido.
Tu excusa de ser hombre fue algo más que el motivo de la barba y el porte y el salir con amigos, fue volverte habitante, Daniel, de la lluvia y el frío, asumir el naufragio con los cinco sentidos.
Lo mío fue distinto, Daniel, lo mío no fue nada, yo no tengo esa sombra que vaga en tu mirada.
Para mí fue un asunto de madre preocupada que no fuera muy tarde mi regreso a la casa, de domingo a domingo me peinaba las alas sin andar cada jueves reclamando su alma.
La tuya, sin embargo, agotaba hasta el alba las escasas noticias de las islas lejanas, aunque fuera un indicio, Daniel, un rumor le bastaba, aunque fuera mentira, era ya la esperanza.
Lo mío fue distinto, Daniel, lo mío no fue nada, yo no tengo esa sombra que vaga en tu mirada.
El tiempo irá trayendo la amnesia inexorable , habrán muchas condenas y pocos responsables, dirán que fue preciso, dirán, inevitable y, al final, como siempre, sera Dios el culpable.
La historia necesita en sus escaparates ocultar el trasfondo de tanto disparate, no es tuya la derrota, Daniel, no cabe en tu equipaje, acaso las gaviotas otra vez en el aire.
Lo mío fue distinto, Daniel, lo mío no fue nada, yo no tengo esa sombra que vaga en tu mirada.
Alberto Cortez
La carta perdida
Mañana del día veintidós, madre, hoy es tu cumpleaños. Chaco ¡qué lejos estoy! En mi carta les dejo mi amor. Todo es blanco y aquí a mi alrededor nos humillan con grandezas el Tano, el Polaco, el Andrés. Madre, cayeron los tres. Es de noche y los salgo a buscar, mil estrellas me quieren contar, hace frío y aquí en soledad hay mil almas que de guardia están. Y sos un poco de sol, toda nieve, toda viento. Sos un puerto argentino con bandera de otra nación. Es la carta que nunca llegó, escrita allá en Malvinas. Fue en abril del ochenta y dos de un soldado que nunca volvió.
Soledad Pastorutti
Para la vida
Estoy aquí sentado debajo del pequeño sol el que nos vio águila y también gorrión.
Qué hacer con el silencio cuando la cabeza estalla, cómo parar la impotencia de no poder hacer nada.
Por qué querer matar a tus hijos es para que duela años la sangre ayer por no querer a la Patria y ahora por quererla demasiado.
Leyes viejas, más genocidas mal presagio para la vida.
Con la luz llena de sombras y con el sol en sufrimiento volví a mi casa de rodillas y aquí mis amigos muertos.
En un país enfermo, todas las cartas sobre la mesa jugamos juegos perversos entre fútbol y guerra.
Sangre de gloria, odio contra amor dioses y bestias, locura y dolor abriré las puertas de este vacío porque el destino me lanzó hacia arriba.
Leyes viejas, más genocidas mal presagio para la vida.
Insistiré con un mar de rosas y construiré sobre cenizas. Tendré un nuevo sueño en mis manos y lucharé para que sea justicia.
Las mejillas de mis hijos en mis labios y encontraré en sus ojos un nuevo descanso.
Leyes viejas, más genocidas mal presagio para la vida.
Leyes viejas, más genocidas mal presagio para la vida.