María Elena Walsh

Una breve selección de poemas y canciones

Por: Alejandra Moglia

 

Los hermafroditas

Los hermafroditas
somos hijos de Hermes y Afrodita.
Aunque ambiguo el gesto
lo tenemos todo muy bien puesto.
Criaturas del bien y del mal
como en toda familia normal.

Nuestra diferencia
es que nos han puesto en penitencia,
aunque bien mirado
tan original no es el pecado,
pero verlo con ira y desdén
tranquiliza a la gente de bien.

En el Paraíso
Dios está moviéndonos el piso
y eso nada prueba
porque echó también a Adán y Eva.
Ni en el día del juicio final
se sabrá quién es quien, cuál es cual.

Aunque cambie el viento
nunca borrará el ensañamiento,
toda la amargura
que empujó al suicidio y la locura
a conciencias que víctimas son
–todavía– de la Inquisición.

Que la raza humana
sea como se le dé la gana.
Que nos vendan menos
pieles rojas malos, cow-boys buenos.
Que se invente argumento mejor
y al final, que triunfe el Amor.

Esencia

Nunca nombrarla, nunca.
Ni callarla siquiera.
Solamente crecer de sus raíces
con asombrado llanto.
Ser y morir tan solo
para justificarla
como naturaleza
y sumisa costumbre.

Madurará con pausa
y exactitud de necesaria estrella
y solo incertidumbres
me probarán su órbita,
su doloroso amor, su cumplimiento.
Será un desgarramiento
elemental, constante.
Desesperada espera
-lo sé- desesperada.

Y sin embargo, nada
persistirá más cierto
que su sabiduría,
que sus sencillas fiestas.
Como el rosal seguro de la rosa.

Y yo seré la sombra
de su florecimiento,
yo viviré acatando
su voz y su silencio,
en indefensa tierra,
irrenunciablemente.

 

La forma

 

Dios sigue haciendo piedras y animales
con las antiguas formas de la vida.
Sigue poniendo pájaros iguales
sobre la misma tierra repetida.

Pero para la voz recién nacida
todas las cosas son originales,
y al cantar las descubre sorprendida,
desde su cárcel, desde sus umbrales.

Si estoy en medio de la noche y siento
que otra vez vuelven con la primavera
la renovada antigüedad del viento

y la luna que vi por vez primera,
muero, pero renazco al otro día,
húmeda de reciente alfarería.

 

Oración a la justicia

 

Señora de ojos vendados
que estás en los tribunales
sin ver a los abogados,
baja de tus pedestales.
Quítate la venda y mira
cuánta mentira.

Actualiza la balanza
y arremete con la espada,
que sin tus buenos oficios
no somos nada.

Lávanos de sangre y tinta,
resucita al inocente
y haz que los muertos entierren
el expediente.

Espanta a las aves negras,
aniquila a los gusanos
y que a tus plantas los hombres
se den la mano.

Ilumina al juez dormido,
apacigua toda guerra
y hazte reina para siempre
de nuestra tierra.

Señora de ojos vendados,
con la espada y la balanza
a los justos humillados
no les robes la esperanza.
Dales la razón y llora
porque ya es hora.

 

Canción de caminantes

 

Porque el camino es árido y desalienta,
porque tenemos miedo de andar a tientas,
porque esperando a solas poco se alcanza
valen más dos temores que una esperanza.

Dame la mano
y vamos ya.

Si por delicadeza perdí mi vida
quiero ganar la tuya por decidida.
Porque el silencio es cruel, peligroso el viaje,
yo te doy mi canción, tú me das coraje.

Ánimo nos daremos a cada paso,
ánimo compartiendo la sed y el vaso.
Ánimo que aunque hayamos envejecido
siempre el dolor parece recién nacido.

Porque la vida es poca y la muerte mucha.
Porque no hay guerra pero sigue la lucha.
Siempre nos separaron los que dominan
pero sabemos hoy que eso se termina.

Viento Sur

No hay túnel que dure cien años, mi vida.
Mirá como se arruga la tiniebla,
la procesión de pálidas se desbarranca,
los funcionarios inauguran ruinas.
Y vos y yo fundamos aires buenos.

Dónde estará la plata de mi río,
sólo barro y olitas de minué.
En los camalotes cantan las sirenas,
pero Ulises camionero no las oye,
sólo escucha la radio.

Llueve liquen en los decrépitos televisores,
buenas noches a todos, mariposas y difuntos.
Transmiten en cadena las cadenas.

El cemento se cansa de ser cobija de la Pampa.
Por los baches asoma la luz mala,
resucitan cardos y maíces,
abran paso a las luciérnagas curiosas que verán.

Viento sur, olor a transparencia,
silbo de la calandria,
madrecita cantora del primer rayo de la aurora.

La sopa de los pobres llega al centro,
y su vapor al reino de los cielos.

Ventolina que barre tormentas,
lavadero del alma, nos deja serenitos,
reciclando la pena en vasto amor.
Silbo de la calandria y vidalita de la esperanza.

Darle cuerda al amanecer, empujar un poco al Sol,
al buen día meterlo en casa.
Silba la calandria y nos sorprende en vela,
amuchados, con ganas de seguir.

Estación claridad, vamos llegando.

Los ejecutivos

El mundo nunca ha sido para todo el mundo
mas hoy al parecer es de un señor
que en una escalerita de aeropuerto
cultiva un maletín pero ninguna flor.
Sonriente y afeitado para siempre
trajina para darnos la ilusión
de un cielo en tecnicolor donde muy poquitos
aprendan a jugar al golf.

Ay, qué vivos
son los ejecutivos,
qué vivos que son.
Del sillón al avión,
del avión al salón,
del harén al edén
siempre tienen razón;
y además tienen la sartén,
la sartén por el mango
y el mango también.

El mundo siempre fue de los que están arriba
pero hoy es de un señor en ascensor
a quien podemos ver en las revistas
cortando el bacalao con aire triunfador.
Lo come para darnos el ejemplo
de rendimiento máximo y confort.
Digiere por teléfono y después nos vende
conciencias puras de robots.

El mundo siempre fue de algunos elegidos,
hoy es para el que elige lo mejor,
dinámico y rodeado de azafatas
sacrificándose por un millón o dos.
Como él tiene de todo menos tiempo
nos aconseja por televisión
ahorrar, para tener estatus en la muerte,
la eternidad en un reloj.

Con María Elena aprendí que las palabras no son inocentes, que la literatura es libre, que el dialectal argentino –como el de cada pueblo- es precioso y único, es un tesoro maravilloso que hay que rescatar y cuidar porque hace a la identidad de la nación.

Aprendí a ver el mundo al revés de cómo me lo enseñaban en la escuela. Mi infancia tiene su voz, y la misma se imponía a otros sonidos que eran de temer: gritos de dolor se avecinaban desde un futuro muy cercano. Sin embargo, allí estuvo presente la cálida voz de María Elena Walsh, acunando la infancia, los sueños y la libertad.

A través de su obra aprendí a crecer con fantasía, a soñar, a amar la libertad. Aprendí, también, que yo vivía en el país es el País de Nomeacuerdo y que un pueblo sin memoria jamás alcanza la dignidad.

Mi niña interior tiene su presencia marcada a fuego. Los chicos que tuvimos acceso a su obra hemos crecido de una manera diferente. Estoy convencida que la brecha que se abrió entre los que disfrutamos de sus poemas, canciones, su presencia y los que -por una razón o por otra- no tuvieron esa posibilidad,  es difícil de cerrar. María Elena Walsh no sólo ha sido partícipe de una revolución literaria que posicionó en los más alto a la literatura infantil argentina, sino de un pensamiento democrático basado en el compromiso social y en la defensa de la libertad.  Hoy en día, la Argentina se divide entre los que han olvidado todo y los que tenemos memoria. Es muy probable que los primeros hayan crecido sin María Elena, y  los segundos con su maravillosa presencia.

En mi casa, el viejo combinado sonaba todo el día al son de sus canciones y entre versos y notas musicales se fueron grabando –sin darme cuenta- cuestiones claves que me ayudaron a comprender los tiempos que luego se avecinaron cuando fui joven, y también de adulta, tiempos que eran el resultado de nuestra historia como país y de un pueblo sin memoria.

Entre tantos versos destaco los siguientes:

“…Que un ladrón es vigilante y otro es juez y que dos más dos son tres…”. (El Reino del Revés)

“…Un pasito para aquí, no recuerdo si lo di. Un pasito para allá, ¡Hay que miedo que me da!…”. (El País de Nomeacuerdo)

“…Fue a quejarse por el robo, mentiroso, el rey promete que la tiene el gran bonete….”. (El twist del Mono Liso)

“…Un día toditos los chicos se convirtieron en borricos. Y en ese lugar de Humahuaca la única sabia fue la vaca…”. (La vaca estudiosa)

“…Mañana se lo llevan preso a un coronel por pinchar a la mermelada con un alfiler…”. (Canción para tomar el té)

“…Una bala le mató el canto -y era tan linda su canción-, la segunda le mató el vuelo, y la tercera el corazón…”. (La pájara Pinta)

Y entre fantasía, disparates, tarareos, ritmos melódicos,  un vocabulario variado y maravilloso, juego de palabras, música, literatura, una voz cálida e inolvidable, y verdades aprendí con la mejor maestra, con María Elena Walsh.

En verdad, lo que realmente quiero decir, quiero decírtelo a vos María Elena y se resume en dos palabras: MUCHAS GRACIAS. ¡Te queremos tanto, María Elena! Muchas gracias por tu persona, por tu humanidad, por tu obra, por todo lo que nos diste, nos das y nos seguirás dando en cada voz, en cada mirada, en cada palabra que lleva la tuya y la recrea.

De: La Memoria y el Sol

 

 

Más información en:

María Elena Walsh. Disponible en: http://www.mariaelenawalsh.com/

María Elena Walsh. En: 7 Calderos Mágicos. Disponible en: http://www.7calderosmagicos.com.ar/Autores/Walshbio.htm

María Elena Walsh. En: A media voz. Disponible en: http://amediavoz.com/walsh.htm

 

María Elena Walsh. En: Efemérides Culturales Argentinas. Disponible en: http://www.me.gov.ar/efeme/mewalsh/canciones.html

María Elena Walsh. En: Imaginaria. Disponible en: http://www.imaginaria.com.ar/01/9/walsh3.htm

Moglia, Alejandra. Querida María Elena ¡Te queremos tanto!. En: La memoria y el sol. Disponible en: http://lamemoriayelsol.wordpress.com/2011/01/10/querida-maria-elena-%C2%A1te-queremos-tanto/

Amnesty International

Death to the death penalty

La pena de muerte

Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.
Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.
Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos.
Mi señor era el brazo de la Justicia.
Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.
Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.
A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.

María Elena Walsh

Texto disponible en: http://www.literatura.org/MEWalsh/MEW_penamuerte.html

Más información:

Amnesty International. http://www.amnesty.org/

Amnesty International Argentina. http://www.amnesty.org.ar/