Los ojos de los muertos que ven nacer las lilas, Raúl González Tuñón

Los muertos no están solos; hay una actividad
silenciosa y secreta, y un amable desdén
por aquellos que ignoran los detalles del tránsito.
Su indiferencia no es total; cambian las formas
y su fantasma va creciendo adentro, constante y sin apuro.

Es posible, no sé, que desde ese ángulo de visión cautivante
miren pasar los sueños, vean nacer las lilas
y descubran, de súbito, la derrota del tiempo.

Raúl González Tuñón

De: El rumbo de las islas perdidas, 1969

Prohibido celebrar el 1º de mayo, Raúl González Tuñón

En la profunda soledad de las fábricas grises
En la oscura herramienta silenciosa
En los quietos arados pensativos
En las minas que guardan el secreto del tiempo
En los puertos que esperan con las naves calladas
En los hangares pálidos y el petróleo cautivo
En el olor a bosque derramado de los aserraderos musicales
En la estación que invaden las libres mariposas
En el bostezo de las frías oficinas
En el libro cerrado sobre la mesa familiar
En la lámpara sola que alumbró la vigilia
En los niños que sueñan con las islas distantes
En el canto que cantan los arrieros y el grillo
En la lluvia que hace nacer las azucenas
En el aire en el fuego en el agua en la tierra
Nosotros nos hacemos presentes con el día.
Nosotros los proscriptos miramos allá lejos
Donde la primavera perdida está esperando.

Raúl González Tuñón

De: La veleta y la antena, 1971

Los dados eternos y otros poemas : poesía hispanoamericana del siglo XX. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1983

Lluvia, Raúl González Tuñón (en su voz)

A Amparo Mom

Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados. Otras veces cae con furia, y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres.
De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
De cualquier manera sus tambores acunan nuestras noches y la lectura tranquila corre a su lado por los canales del sueño.
Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban:
No habían despertado todavía al amor.
No sabían nada de nosotros.
De nuestro secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos, todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la furia de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.
Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes.
Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana, increíble, pero, tan real, numerosa, pero tan mía.
Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Oh, visitante.
Ya es seguro que ningún desvío nos separará.
Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único.
Ambos nos ayudaremos para subir la callejuela empinada.
Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos sombras, y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.
Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.
Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada te pertenece sino yo.
Al extremo de que nada me pertenece sino tú.
Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra esperanza, los humildes barrios de los trabajadores.
La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Oh, íntima, recóndita alegría.
Estoy tocado de tu destino.
Oh, lluvia. Oh, generosa.

Raúl González Tuñón

Raúl González Tuñón. Antología Poética. Buenos Aires: Losada, 1974

Festival Internacional de Poesía de Rosario


Mañana comienza el XIX Festival Internacional de Poesía de Rosario que se desarrollará en esa ciudad hasta el 26 de este mes y tendrá dos sedes: el Centro Cultural Parque España y el Centro Cultural Bernardino Rivadavia.

Este evento poético contará con la presencia de poetas de nuestro país y también de Bolivia, Honduras, Uruguay, España, Estados Unidos, República Dominicana, Dinamarca, Perú, Colombia, Chile, Canadá, Dinamarca, entre otros países.

En el marco de este festival se realizará un homenaje a Raúl González Tuñón, reeditando textos dispersos e inhallables de su obra. Estos son: La muerte en Madrid, seguido de Las puertas del fuego y 8 documentos de hoy.

En la página Web puede leerse:

Se trata de tres libros escritos en torno a la guerra civil española. 8 documentos de hoy (1936, no reeditado hasta la fecha);Las puertas del fuego, documentos de la guerra en España (1938, no reeditado hasta la fecha)y La muerte en Madrid(1939, con diversas reediciones y variaciones) constituyen tres textos muy distintos entre sí, en cuanto a sus formas, y a la vez aparecen como uno mismo extendido en sus variantes. Poemas, crónicas, cartas y discursos ponen en escena la trama establecida en el campo cultural a partir de la “defensa de la cultura”, consigna declarada por la militancia antifascista en los años de la Guerra Civil española.

Muchas veces descalificada por ser literatura de propaganda, poesía de circunstancia, sin valor literario, esta poesía fue haciéndose desde otros espacios consagratorios y de legitimación, muy distantes de la academia y las instituciones literarias. Cómo escribir para el pueblo, se pregunta Tuñón, en Las puertas del fuego, y hay que agregar que se trata en este caso de un pueblo en armas y casi analfabeto.

Considerado por Juan Gelman el iniciador de “un camino que grandes poetas latinoamericanos y españoles –Vallejo, Hernández, Neruda, Alberti–recorrerían después”, es en los viajes a España, el primero en 1935, del cual ha dejado una serie de crónicas, y el segundo en 1937, ya en plena Guerra Civil, donde Raúl González Tuñón pone en práctica la conjunción entre escritura y acción que se plasma en los tres textos recogidos aquí.

También se desarrollarán diversas actividades culturales que pueden consultarse en la misma página, en la sección Destacados.

Para ver la programación del Festival hacer clic AQUÍ

FUENTE:

XIX Festival Internacional de Poesía de Rosario

La Libertaria, Raúl González Tuñón

A la memoria de Aída Lafuente,
Muerta en la cuenca minera de Asturias.
Madrid, 1935

A Eduardo Ugarte

Estaba toda manchada de sangre,
estaba toda matando a los guardias,
estaba toda manchada de barro,
estaba toda manchada de cielo,
Estaba toda manchada de España.

Ven catalán jornalero a su entierro,
ven campesino andaluz a su entierro,
ven a su entierro yuntero extremeño,
ven a su entierro pescador gallego,
ven leñador vizcaíno a su entierro,
ven labrador castellano a su entierro,
no dejéis solo al minero asturiano.

Ven, porque estaba manchada de España,
ven, porque era la novia de Octubre,
ven, porque era la rosa de Octubre,
ven, porque era la novia de España.

No dejéis sola su tumba del campo
donde se mezclan el carbón y la sangre,
florezca siempre la flor de su sangre
sobre su cuerpo vestido de rojo,
no dejéis sola su tumba del aire.

Cuando desfilan los guardias de asalto,
cuando el obispo revista las tropas,
cuando el verdugo tortura al minero,
ella, agitando su túnica roja,
quiere salir de la tumba del viento,
quiere salir y llamaros hermanos
y renovaros valor y esperanza
y recordaros la fecha de Octubre
cuando caían las frutas de acero
y estaba toda manchada de España
y estaba toda la novia de Octubre
y estaba toda la rosa de Octubre
y estaba toda la madre de España.

Raúl González Tuñón

De: La Rosa Blindada 

La primera edición es de 1936

Fragmento del prólogo a la 2da. edición de La Rosa Blindada

«(…) Miguel Hernández, precoz autor de dramáticos sonetos de técnica perfecta, de brillante retórica, que a su llegada de Orihuela habíase vinculado al grupo católico de “Cruz y Raya”, comprendió definitivamente aquella noche, en el Ateneo, por qué a veces la poesía deviene un arma… Y cuando en 1937 volvimos a España lo hallamos convertido en comisario político de una brigada; nos leyó varios de sus poemas, también distintos, de Viento del pueblo.
Recuerdo que esa misma noche, a la salida de aquella ilustre institución cultural madrileña, se acercó a nosotros una joven mujer enlutada pidiéndonos copia de La Libertaria, nuestra elegía a Aída Lafuente. Quizá esto explique un hecho conmovedor para nosotros. Dos años habían pasado cuando asistimos a un acto de homenaje a los delegados al Segundo Congreso Internacional de Escritores, en un teatro de Madrid. En determinado momento un coro cantó La Libertaria. No dieron el nombre del autor de la letra. Y eso me pareció entonces algo así como la consagración del anonimato…
Sí, a veces la poesía se convierte en un arma y aun sin que el poeta se lo proponga.
Hace poco, en La Plata, hablando ante un público formado en su mayoría por muchachos y muchachas estudiantes, evocando a los tres mártires de la poesía española, Federico, Antonio Machado y Miguel, citamos un hecho rico en símbolos, y vaya la anécdota para rubricar el segundo prólogo a mi libro: en vísperas de la batalla de Guadalajara, ganada contra las tropas que enviara Mussolini, otros “voluntarios” y fuerzas mercenarias, el novelista alemán Ludwig Renn, oficial de la brigada internacional Thaelman, hallábase en su carpa escribiendo el capítulo de una novela. De súbito sonó el clarín llamando al ataque o vinieron a avisarle, el caso es que, en el apuro -para escribir utilizaba un lápiz largo, como de carpintero-, olvidando tomar el fusil, salió a todo correr de la carpa… empuñando el lápiz a manera de arma.
¡En verdad, lo era! Como también lo era la rosa que un miliciano colocara en la boca del caño de su fusil… Es posible que un día ya no existan fusiles o por lo menos ya no sean necesarios en el mundo de la paz que vendrá, pero como dijo el personaje de Mrs. Miniver, el viejo londinense que de día cultivaba rosales selectos y de noche ocupaba su puesto en una de las patrullas de la Defensa Civil: “Siempre habrá rosas…”

Buenos Aires, julio de 1962

Raúl González Tuñón

González Tuñón, Raúl. La Rosa Blindada. Buenos Aires: Horizonte, 1962

Raúl

Raúl, si el cielo azul se constelara
sobre sus cinco cielos de raúles
a la revolución sus cinco azules
como cinco banderas entregara.
Hombres como tú eres pido para
amontonar la muerte de gandules, 
cuando tú como el rayo gesticules
y como el rayo al rayo des la cara.
Enarbolado estás como el martillo,
enarbolado truenas y protestas,
enarbolado te alzas a diario
y a los obreros de metal sencillo
invitas a estampar en turbias testas
relámpagos de fuego sanguinario.

Miguel Hernández

La cerveza del pescador Schiltigheim, de Raúl González Tuñón

Para que bebamos la rubia cerveza del pescador Schiltigheim.
Para que amemos Carcassonne y Chartres, Chicago y Québec, torres y puertos.
Los blancos molinos harineros y la luz de las altas ventanas de la noche
encendidas para los hombres de frac y los ladrones.
Y las islas en donde los Kanakas comen plátanos fritos y bajo el sol
y bajo las palmeras entre ágiles mulatas suenan los ukeleles.
Islas, dije, las islas, soles rojos, platillos para Darius Milhaud.
¡Tener un corazón ligero! Vale decir, amar a todas las mujeres bellas.
Y una moral ligera, vale decir, andar con gitanos alegres
y dormir en un puerto un ocaso cualquiera y en otro puerto y otro
y andar con suavidad y con desenvoltura de fumador de opio.
Para que a cada paso un paisaje o una emoción o una contrariedad
nos reconcilien con la vida pequeña y su muerte pequeña.
Para que un día nos queden unos cuantos recuerdos: decir, estuve,
estuve en tal pasión, en tal recodo. Estuve por ejemplo,
en la feria de Aubervilliers una mañana, con un trozo de asado,
una amistad tranquila, la mesa clara, el perro, el buen hablar
y afuera, las verduleras de París chapoteando con los zuecos en la nieve.
Para que bebamos la rubia cerveza del pescador de Schiltigheim
es necesario no asustarse de partir y volver, camaradas. Estamos
en una encrucijada de caminos que parten y caminos que vuelven.

Raúl González Tuñón

La cerveza del pescador Schiltigheim es el primer poema que aparece en su libro La calle del agujero en la media publicado en 1930 y que recoge sus experiencias de vida en París.

González Tuñón, Raúl. La calle del agujero en la media. Buenos Aires: CEAL, 1981