Ayer se desarrolló en Plaza de Mayo un festival popular para celebrar el Bicentenario de la Asamblea del Año XIII que, entre otras cuestiones fundamentales, dictó la Ley de Vientres que tuvo como finalidad la abolición definitiva de la esclavitud en la Argentina, impuso el fin a la tortura y la inquisición, eliminó los títulos de nobleza y mayorazgo, y libró a los indígenas del pago de tributos. La Asamblea del Año XIII avanzó en lo que hoy denominamos derechos sociales.
Se realizaron diversos espectáculos artísticos musicales y un debate a cielo abierto sobre la Asamblea del Año XIII en el cual participaron Eugenio Zaffaroni, juez de la Corte Suprema de Justicia, y los historiadores Araceli Bellota y Hernán Brienza.
Dicho debate fue emitido por Visión 7, el noticiero de la TV Pública argentina.
Nos miras desde el fondo de un retrato con tu fija expresión de dama antigua, sonriente y grácil, con la mano exigua que enlaza el brazo fuerte, con recato… ¡Todo era una ilusión!… Y en el boato de tu traje de fiesta, se santigua otra mano de adiós, con esa ambigua, pálida ausencia que pintó el retrato… ¡Cómo eras feliz!…Con una aureola de amor y de piedad, te arqueabas, mimbre que desgajó la furia de la ola…. Y te desdibujaste, dulce y sola, cuando la muerte, silenciosa urdimbre, te hizo escuchar su vieja caracola…
Los sacerdotes Alfredo Leaden, Pedro Duffau y Alfredo Kell, y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti de la orden de los Palotinos fueron asesinados a tiros en la madrugada del 4 de julio de 1976 en la Parroquia de San Patricio del barrio de Belgrano.
Los padres predicaban en contra de la violencia, la injusticia social y las violaciones a los derechos humanos frente a una feligresía conservadora.
Horas después a su muerte, sus cuerpos fueron encontrados por personas que ingresaron a la parroquia. En las paredes y la alfombra había inscripciones que decían: «Así vengamos a nuestros compañeros de Coordinación Federal» y «Esto les pasa por envenenar la mente de la juventud«. (Fuente: Nunca Más)
León Gieco ha cantado este tema en el Memorial de los Padres Palotinos, en la Iglesia de San Patricio.
«(…) Evite el silencio: preséntese
Preséntese que
se siente
se siente todavía
bajito se siente, se siente.»
Evita de evitar (fragmento), de Juan Sasturain
En el sitio Web de Radio Nacional puede escucharse el poema completo, en la voz de Rubén Stella. Musicalización y edición Martín Giménez.
Eva, de María Elena Walsh
I
Calle Florida, túnel de flores podridas.
Y el pobrerío se quedó sin madre
llorando entre faroles sin crespones.
Llorando en cueros, para siempre, solos.
Sombríos machos de corbata negra
sufrían rencorosos por decreto
y el órgano por Radio del Estado
hizo durar a Dios un mes o dos.
Buenos Aires de niebla y de silencio.
El Barrio Norte tras las celosías
encargaba a París rayos de sol.
La cola interminable para verla
y los que maldecían por si acaso
no vayan esos cabecitas negras
a bienaventurar a una cualquiera.
Flores podridas para Cleopatra.
Y los grasitas con el corazón rajado,
rajado en serio. Huérfanos. Silencio.
Calles de invierno donde nadie pregona
El Líder, Democracia, La Razón.
Y Antonio Tormo calla «amémonos».
Un vendaval de luto obligatorio.
Escarapelas con coágulos negros.
El siglo nunca vio muerte más muerte.
Pobrecitos rubíes, esmeraldas,
visones ofrendados por el pueblo,
sandalias de oro, sedas virreinales,
vacías, arrumbadas en la noche.
Y el odio entre paréntesis, rumiando
venganza en sótanos y con picana.
Y el amor y el dolor que eran de veras
gimiendo en el cordón de la vereda.
Lágrimas enjuagadas con harapos,
Madrecita de los Desamparados.
Silencio, que hasta el tango se murió.
Orden de arriba y lágrimas de abajo.
En plena juventud. No somos nada.
No somos nada más que un gran castigo.
Se pintó la República de negro
mientras te maquillaban y enlodaban.
En los altares populares, santa.
Hiena de hielo para los gorilas
pero eso sí, solísima en la muerte.
Y el pueblo que lloraba para siempre
sin prever tu atroz peregrinaje.
Con mis ojos la vi, no me vendieron
esta leyenda, ni me la robaron.
Días de julio del 52
¿Qué importa dónde estaba yo?
II
No descanses en paz, alza los brazos,
no para el día del renunciamiento
sino para juntarte a las mujeres
con tu bandera redentora
lavada en pólvora, resucitando.
No sé quién fuiste, pero te jugaste.
Torciste el Riachuelo a Plaza de Mayo,
metiste a las mujeres en la historia
de prepo, arrebatando los micrófonos,
repartiendo venganzas y limosnas.
Bruta como un diamante en un chiquero
¿Quién va a tirarte la última piedra?
Quizás un día nos juntemos
para invocar tu insólito coraje.
Todas, las contreras, las idólatras,
las madres incesantes, las rameras,
las que te amaron, las que te maldijeron,
las que obedientes tiran hijos
a la basura de la guerra, todas
las que ahora en el mundo fraternizan
sublevándose contra la aniquilación.
Cuando los buitres te dejen tranquila
y huyas de las estampas y el ultraje
empezaremos a saber quién fuiste.
Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva,
única reina que tuvimos, loca
que arrebató el poder a los soldados.
Cuando juntas las reas y las monjas
y las violadas en los teleteatros
y las que callan pero no consienten
arrebatemos la liberación
para no naufragar en espejitos
ni bañarnos para los ejecutivos.
Cuando hagamos escándalo y justicia
el tiempo habrá pasado en limpio
tu prepotencia y tu martirio, hermana.
Tener agallas, como vos tuviste,
fanática, leal, desenfrenada
en el candor de la beneficencia
pero la única que se dio el lujo
de coronarse por los sumergidos.
Agallas para hacer de nuevo el mundo.
Tener agallas para gritar basta
aunque nos amordacen con cañones.